Lady, Lord y el pinche gobierno

La plaza del ajolote

Por: Yayauhqui

Primer Acto

Cualquier mujer —realmente el nombre no importa— frente a un agente de tránsito (también puede ser un automovilista, ciclista, peatón, hombre o mujer), seguramente —muy seguramente— es culpable de lo que se le acusa. Puede, o no, estar acompañada de un cómplice

Un milenial, con celular en mano, jugando al reportero.

Lady 1— ¡Pinche puto de mierda! Chinga tu madre.

Lady 2— Pinche asalariado de mierda.

Lady 1— Por putos como ustedes, este puto país lo está cargando la verga, cabrón (sic).

Lady 2— Y súbelo con López Dóriga y con… pinche Loret de Mola

Se escuchan risas e insultos inaudibles

Lady 1 encara a un policía:

Lady 1— Enseña tu carita, grábalo

Azul— ¿Ya estuvo no?

Lady 2— ¿Qué, ya estuvo qué?

Lady 1 —Yo no te tengo miedo cabrón

Llegaron más refuerzos a auxiliar al azul, pero las damas optaron por subirse a su vehículo, ya descargadas aunque posiblemente alcoholizadas, victoriosas y desahogadas, ladys Polanco.

Segundo acto

Dos gobiernos, varios funcionarios y unos cacahuates. La historia, la conocemos todos.

Tercer acto

Un Congreso local (Sinaloa) rechaza iniciativa para legalizar el matrimonio igualitario: se declaran a favor de los derechos humanos.

PAN— «Somos un partido humano, por lo que rechazamos cualquier discriminación por género, pero defendemos, ante todo, el interés de la familia»: Jorge Iván Villalobos.

PRI— «El partido no aceptará que se desvirtúe el concepto de familia (…) Quién sabe por qué intereses se quiere destruir la estructura de la sociedad (…) No es discriminación, es familia».

Morena— Ellos promovieron la iniciativa, pero fueron ellos mismos quienes otorgaron los votos suficientes (20 vs 18) para revocarla.

A manera de epílogo

Aprendimos a vivir en una sociedad con ansias de ser escuchada y reconocida, en donde sus ideas ayuden al cambio del mundo; una sociedad de likes, retweets, interacciones y vistas; una sociedad de moda —molesta, lo sé— en donde hacer algo bueno es opacado por la urgencia de ser visto. Que nos dejen en visto, es (quizá) la mayor ofensa del nuevo milenio.

Está tan de moda la inclusión, los petfriendly, ser vegetariano, vegano, cuidar el medio ambiente, luchar contra la violencia de género, criticar al gobierno, apoyar al gobierno, criticar a gobiernos extranjeros y apoyar a gobiernos extranjeros, pedir paz, hacer retos virales, darle retweet sin leer, me gusta sin pensar, reproducir sin ver ni escuchar, que hemos dejado al pensamiento para otro tiempo que parece ya no ser nuestro.

El gobierno progresista que nos imaginamos claudica a la primera aparición de los conservadores, los uniformes neutros temblaron cuando los padres de familia (más reservados) dijeron «A mi hijo lo quieren volver gay»; los congresos locales doblan las manos cuando los religiosos (casi siempre son ellos) demandan el poder de la familia, mamá, papá e hijos, donde la mamá cocine, papá trabaje y los hijos, si pueden, estudien.

Indudablemente las modas nos dejan apertura para una sociedad que camine en vías del respeto y la equidad, por desgracia, todavía debemos erradicar y luchar contra esas corrientes que se suman a ellas (las modas) para conseguir votos, dedos levantados y corazones rojos; aún debemos lidiar con esas millones de figuras de la pantalla chica; esas mismas modas, en las manos correctas son las principales impulsoras de la igualdad, del respeto a los derechos humanos: ejemplo Meoo vs Metoo hombres. Nada que agregar.

Los lords  y las ladys no son más que cómplices de la sociedad que sucumbieron a sus pecados capitales, entes que sirven como alimento de los bots (eso somos ya) y que olvidaron, por unos cuantos segundos, que está de moda ser buena persona: por desgracia esos segundos los convirtieron en amos de eso que algunos llaman la internet.

 

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