En 2019 se cumplen 40 años de la toma de rehenes que se dio en la embajada de Estados Unidos en Irán, suceso que polarizó aún más la compleja relación entre ambos países. Este hecho fue uno de los factores que ayudó a quitar del poder al shah Reza Palhev, quien era respaldado por Washington.
«Jomeiní lucha, Carter tiembla», se leía en las pancartas de los manifestantes que tomaron la embajada.
En 2015 fueron indemnizados por este hecho los 37 ciudadanos estadounidenses que aún vivían.
Delimitado por los territorios de Turkmenistán, Afganistán, Pakistán, Irak, Turquía, Armenia y Azerbaiyán, así como por las aguas del Mar Carpio y de los Golfos Pérsico y de Omán, se encuentra Irán. Sí, este país asiático se halla enclavado en una de las zonas más conflictivas históricamente: Medio Oriente.
Esta parte del mundo ha sido, y lo seguirá siendo, una región estratégica en la que convergen intereses globales, esos que se exasperan por rencillas con fines de lucro. Ahí está Irán. Nación que desde hace más de un siglo ha sido sometida al yugo de las potencias mundiales que ven en ella el sitio perfecto para intervenir e invadir por el uso de la fuerza. Estados Unidos es una de esas potencias que ve a Irán como una de los pilares más importantes del imperialismo global.
Este año se cumplen cuatro décadas de un evento inédito, uno de los más relevantes de la historia entre estadounidenses e iraníes. El 4 de noviembre de 1979, un grupo de 400 estudiantes islamistas toman por asalto la embajada estadounidense en Teherán. El resultado: 53 trabajadores y diplomáticos norteamericanos son tomados como rehenes.
Los perpetradores eran seguidores de la República Islámica establecida el 11 de enero del mismo año por Ruhollah Jomeini, un religioso chiita que se encontraba exiliado en París. Tras concretarse la sublevación en Irán, el shah Reza Palhev se destierra y deja en el gobierno al único opositor al nuevo movimiento religioso que busca tomar el poder del país.
Reza Palhev gobernaba en Irán desde 1941. En agosto de 1953, con ayuda de Estados Unidos y Gran Bretaña, derrocó a Mohammed Mossadegh, quien encabezaba un gobierno laico que entre otras cosas había nacionalizado el petróleo, lo que atentaba contra los intereses de Washington. De esta forma, asumió el poder por completo, hasta que llegó el fatídico 1979 para su causa.
Los primeros días del año, William H. Sullivan, embajador de Estados Unidos en Teherán, advirtió sobre la situación: «Nuestros intereses nacionales en Irán exigen que busquemos un modus vivendi entre los religiosos y el ejército a fin de impedir la amenaza de los comunistas». La alerta fue tardía y en Washington minimizaron las muestras de inconformidad que se venían presentando.
Tras concretarse la toma de la embajada estadounidense en Tehrán, Jomeini aseguró: «Es necesario que la sangre sea derramada, cuanto más sangre en Irán, más vencerá la revolución (…) la civilización occidental ha recibido una bofetada en su rostro». Él fue quien encabezó la instauración de la teocracia islámica en Irán. «Un déspota laico es sustituido por un déspota religioso», fue la frase con la que Francisco G. Basterra, periodista de El País, definió el cambio en el poder iraní.
A los pocos días del escándalo internacional, Mehdi Bazargan, nacionalista religioso y primer ministro iraní, anuncia la dimisión del gobierno al argumentar que lo que acontece en la embajada norteamericana es «una acción contraria a los intereses de Irán». De esta forma, la última resistencia a la República Islámica se difuminaba y dejaba el camino libre a la llamada «Espléndida revolución».
En marzo del año siguiente, Jimmy Carter, presidente estadounidense, ordena una operación para liberar a los rehenes, pero su intento fracasa: el desierto iraní es la tumba de los helicópteros enviados, que se estrellan en medio del terreno arenoso. La tensión crece y el 7 de abril Estados Unidos rompe relaciones diplomáticas para forzar liberación de sus ciudadanos en la embajada.
No obstante, fue hasta el 19 enero de 1981, con Argelia como país mediador y tras la muerte de Reza Pahlevi un año antes, así como el levantamiento de algunas de las sanciones impuestas tras la toma, que se consigue una tregua y los rehenes recuperan su libertad al día siguiente. La liberación se dio minutos después de que Ronald Reagan asumió la presidencia y 444 días después de aquel 4 de noviembre de 1979.
A finales de 2015, los rehenes de la embajada estadounidense recibieron una compensación por parte del gobierno. Una ley de gasto público permitió que cada uno recibiera 4.4 millones de dólares por haber sufrido terrorismo de estado; los 37 que seguían con vida recibieron el monto, mientras que los herederos de los 16 restantes tuvieron acceso a una compensación de 600 mil dólares. El dinero se obtuvo de la multa que se le impuso al banco francés BNP Paribas por haber violado las sanciones que Washington mantiene sobre Cuba, Sudán e Irán.
Así fue como se cerró, en parte, el episodio que marcó un parteaguas en esta relación bilateral, la cual desde que el republicano Donald Trump asumió el dominio de la Casa Blanca, se volvió a tornar espesa, por decir lo menos, rompiendo los nexos que Barack Obama logró con la firma del acuerdo nuclear en julio de 2015, del cual el magnate sacó a Estados Unidos en mayo del año pasado. «Mi mensaje es claro: Estados Unidos no lanza amenazas vacías», lanzó un desafiante Trump al abandonar el convenio.
Por: Gustavo C.