Sueños de América
La Plaza del ajolote.
Por: Ernesto Jiménez
La imagen de un padre y su hija flotando a las orillas del Río Bravo en la frontera entre Estados Unidos y México dejó en evidencia, no la crisis migratoria que azota gran parte del continente americano, sino la depredación política y la falta de escrúpulos para hacer agenda de una desgracia.
La imagen que se convirtió en portada de diversos diarios mundiales mostraba a un migrante salvadoreño y a su hija flotando, boca abajo, él con la playera levantada casi hasta la cabeza; ella con su brazo sujeta al cuello de su padre.
Los ojos del mundo entero miraron de inmediato hacia el norte de México, hacia la parte central del continente americano —la mayor parte de los migrantes que buscan llegar a EUA provienen de esa región—; hacia la dura política migratoria de Donald Trump y sus constantes amenazas a México para que detenga a los «criminales» que impiden volver a América (EUA) ser grande otra vez y hacia la tibia mano del presidente mexicano en el tema.
Trump dijo, «La odio (…) El padre, probablemente era un tipo fantástico», sin embargo, volvió a hacer política y criticó al partido demócrata por no respaldar su política migratoria, «Ellos son los responsables».
En México se acusó a López Obrador de ser un títere de Trump y de convertir al sur del país en una «línea de defensa» más de los Estados Unidos, la posición mexicana (sí, la hay) criticó el acuerdo alcanzado entre ambas naciones —el mismo que tuvo a Marcelo Ebrard como héroe— para detener la imposición de aranceles a los productos mexicanos, bajo la condición de retener a la mayor cantidad de buscadores del sueño americano.
Óscar (así se llamaba el padre) pudo haber sido Javier, Pedro, Juan; y su nacionalidad, haitiana, cubana, hondureña, guatemalteca, mexicana, bolivariana o cualquier otra y la política (los políticos) la hubiesen tratado de la misma manera: un botín de guerra para levantar un fuerte que hoy más que nunca parece inexistente en México.
La imagen apenas se adueñaba de las redes sociales cuando otra más vino a la mente. Era agosto de 2017 y el entonces precandidato a la presidencia, José Antonio Meade, salía de un evento en el Museo Interactivo de Economía: el lente de Isaac Esquivel se alistó y captó el momento preciso en que «Pepe Toño» y, posiblemente su equipo de seguridad, pasaban junto a un indigente. Ninguno de los dos se vio, uno estaba dormido, el otro soñaba con la Silla Presidencial.
La imagen también desató las hordas de detractores del partido en el poder, señalaron al precandidato de «indiferente», «más de lo mismo», decían, «Y así quieren gobernarnos». Tras unas cuantas horas de exaltación y política momentánea, la foto que en el recuerdo de un país con extremos lamentables. Hoy nadie sabe el nombre de él; de Meade, también pocos se acuerdan.
Por si fuera poco, en los últimos días han sido miles los migrantes detenidos por las autoridades mexicanas, la mayoría de los casos por la parte este del territorio, en una de las rutas más peligrosas, pues atraviesa los estados de Veracruz y Tamaulipas; mientras tanto, Trump se acomoda en el escritorio de la Casa Blanca para su segundo mandato; AMLO busca la sinergia con el vecino del norte y la oposición, de ambos países, ya busca una nueva tragedia para hacerla viral.