Fotogramas de realidad

El cine que solo sabe con frijoles

 

Aunque en el extranjero se encasilla al mexicano como un tipo sombrerudo, que bebe tequila y come frijoles todos los días, el mismo mexicano parece incomodarse si no se le retrata así.

 

Durante la función de prensa para la cinta La caótica vida de Nada Kadic, el fotógrafo de la película, Pablo Bolado, comentó su preocupación sobre la mirada tan cerrada que se tiene respecto al folclore mexicano en las mismas cintas nacionales, pues externó que no pocos espectadores consideran erróneo que una cinta filmada por connacionales sea catalogada como «mexicana» si es filmada en el extranjero o si no hay elementos de nuestro cultura en ella.

Como si fuera necesario remarcar los clichés que se tienen no solo del cine nacional, sino de nuestra sociedad en general. Además, recordemos que aunque una cinta sea filmada ya sea entrando a Ecatepec o en los límites de la fría Antártida o el caluroso Egipto, esta será considerada «mexicana» siempre y cuando su equipo de profesionales como su presupuesto sean, en su mayoría, de origen nacional.

Así, aunque La caótica vida de Nada Kadic es una cinta grabada en Bosnia, hablada en este lenguaje y con dos protagonistas de dicha nacionalidad, esta debe ser considerada como mexicana a pesar de las distancias y sin importar que aborde el tema del autismo y no el del narcotráfico, la comedia simple o de cualquier otra trama cuyos protagonistas sean Eugenio Derbez, Omar Chaparro o Martha Higareda.

Por supuesto, si bien es deseable que en la cinta aparezcan elementos que recalquen nuestra cultura tricolor cuando la trama ocurre en el extranjero, esto tampoco es un requisito ni mucho menos una exigencia, pues cuántas veces no hemos visto hasta el hartazgo del uso de sombrero charro, el gusto por el chile y el tequila, la música ranchera de fondo o las descabelladas e «inmorales» fiestas en Tijuana para dejar en claro el «espíritu mexicano» en algún filme aunque esto no aporte nada a la trama.

Sin duda, todos ellos elementos que lejos de mostrar una característica cultural del país nos han ido encasillando en la figura que tiene el extranjero del mexicano; figura que a veces nosotros mismos nos empeñamos en mantener con uñas y dientes.

Caso contrario ocurre en cintas como Bayoneta, donde vemos al protagonista, un boxeador mexicano, emigrar a Finlandia (donde ocurre toda la trama) para olvidarse de su doloroso pasado. Ahora, aunque el box no es un deporte propiamente nuestro, sí se le tiene un gran cariño y pasión cual si fuera propio, algo que esta película usa como un pretexto para contar una historia de redención en vez de simplemente señalar que el mexicano «no se raja y es bueno pa’ los chingadazos».

Claro, no estamos diciendo que sea necesario la erradicación total de estos clichés ni tampoco que dejen de incluirse elementos mexicanos para darle «ese toque» nacional a cintas filmadas en el extranjero, no; sino que hay que separarnos de la idea de que una película mexicana solo es tal si aborda los temas de siempre, si ficha a los actores ya vistos una y mil veces o si hay un tipo con sombrero jactándose que un plato de frijoles y una orden de tacos sabe mejor que una hamburguesa o una lasaña. Después de todo, unos frijoles cocinados con el mismo empeño y los mismos ingredientes saben igual aquí que en el primer mundo, pero tampoco está demás olvidarse de ellos durante un rato para darnos cuenta que hay otros sabores.

 

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