La elección que no…
Ernesto Jiménez
El 24 de diciembre de 2018, la euforia por el triunfo obradorista sobre las huestes del poder se tomó un breve descanso, no por los preparativos para la Navidad, sino por la caída de un helicóptero en el que viajaban Martha Érika Alonso y Rafael Moreno Valle, gobernadora de Puebla y senador de la República, respectivamente.
Alonso resultó triunfante de la contienda electoral por la gubernatura, dejando atrás al candidato de Morena: Miguel Barbosa, sin embargo, poco antes de cumplir un mes en el cargo, un trágico accidente (de esos que el país ya tiene varios en su haber) le arrebató la vida, permitiendo un sinfín de teorías conspiratorias y la urgencia de llamar una vez más a comicios.
Ya recuperado de la derrota y cinco meses después de la muerte de Martha Érika, Miguel Barbosa vuelve a relucir en las boletas electorales, esta vez como el amplio favorito a la gubernatura (según algunas encuestas consultadas antes del cierre de esta edición), con 21.8 puntos porcentuales por encima de su más cercano competidor, el candidato panista Enrique Cárdenas.
Si bien las elecciones del 1 de julio de 2018 en Puebla dejaron un sabor amargo —lejano a la democracia—, el actuar de Morena y su candidato (otra vez Miguel Barbosa) se alejaron de los principios morales enaltecidos por la 4T: se lucró (políticamente) con la tragedia y se acusó de imposiciones al interior del partido comandado por Yeidckol Polevnsky. Esas mismas prácticas que acusaron, estaban en casa.
Barbosa llevó hasta los tribunales su derrota, sin embargo, el 9 de diciembre de 2018, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, con cuatro votos a favor y tres en contra, entregó la victoria a la panista, pese al robo de casillas, agresiones, compra de votos y la sentencia del magistrado José Luis Vargas Valdez de que «Esta elección huele mal».
En su segunda campaña electoral, en menos de medio año, el equipo de Barbosa ha sido acusado de los mismos delitos, compra de votos, propaganda ilegal —incluso se llevó a la mesa la urgencia de cancelar la transmisión de las conferencias mañaneras del presidente López Obrador, en los estados donde se efectuarán elecciones, por considerarse como propaganda política— e intimidaciones a sus detractores. Lo peor de la campaña de Miguel Ángel vino cuando su equipo lanzó una imagen de él abrazando a lo que parece la imagen (de espaldas) de Martha Érika, con la leyenda «Juntos busquemos la reconciliación».
Lucrar con la tragedia no solo difiere de la promesa de una renovación moral de la nación, también pone de manifiesto la urgencia del poder de un personaje que, a estas alturas, hace más daño que bien a la historia de la 4T. Puede ser el mejor candidato —quizá hasta llegue a ganar—, pero de asumir el poder, crecerán las teorías que lo señalen como un usurpador del cargo que, se dice, perdió de manera legal en las urnas.
Mientras esperamos los resultados, seguimos preguntándonos a que costo pagará la 4T y el país entero por enaltecer a personajes en la política nacional que poco, o prácticamente nada, están dejando en beneficio de la nación: Cuauhtémoc Blanco, Sergio Mayer y Miguel Barbosa, son solo algunos casos que nos obligan a pensar, ¿qué tanto pierden si no ganan las elecciones?