La historieta en México: una historia de arraigo y nostalgia

La época pos revolucionaria en México marcó la aparición de las primeras caricaturas políticas que fueron el origen de la historieta en nuestro país. Memín Pinguín, La Familia Burrón y Kalimán se convirtieron en la fuente de entretenimiento y fomento de lectura entre las generaciones pasadas.    

Por: Gustavo C.

Gran parte de los niños y jóvenes mexicanos del siglo XX (esos que crecieron tras la Revolución mexicana) desarrollaron un fuerte apego a las historietas, personajes como Chanoc, doña Borola, don Regino Burrón y Kalimán eran del dominio popular en nuestro país. El cómic mexicano fue una de las principales fuentes alimentarias de conocimiento de la sociedad por cinco décadas, tiempo durante el cual se consolidó y posicionó como un promotor de la lectura y reflejo fiel de la idiosincrasia nacional.

Sin embargo, con el paso de los años el impacto de la historieta menguó, en su lugar aparecieron el cómic norteamericano y el manga japonés, hasta prácticamente desparecerla de territorio mexicano; las historietas de estadounidenses incursionaron en México en los años 50, mientras que las asiáticas lo hicieron hasta la década de 1990.

De 1920 a 1970 fue la época dorada de la historieta en nuestro país.

Al alcance de todos

Fue en el siglo XIX que apareció la historieta en nuestro país, lo hizo a manera de tira cómica en los periódicos de la época. Inició como cartones políticos que se fueron ensanchando hasta convertirse en historias que retrataban los acontecimientos que le daban forma a la vida cotidiana.

Una de las características principales de las historietas mexicanas era el humor como medio para señalar y cuestionar el proceder de los poderosos, pero también de los ciudadanos de a pie. Las risas y burla se erigieron como la forma de reflexión y debate político entre los mexicanos.

Tal era el arraigo de este subgénero literario que cuando José Vasconcelos fungió como secretario de Educación, lo utilizó para difundir la lectura entre los estudiantes. Otra muestra de su gran popularidad fue que se convirtió en el entretenimiento de aquellos que no tenían la posibilidad económica para acudir a los cines (la novedad en esos años) y optaban por comprar algún ejemplar impreso de alguna historieta.

Nexos con otros espectáculos

El notorio auge propició que personajes afamados recurrieran a ella para incrementar su arraigo y sus ganancias. Por ejemplo, la lucha libre vio en la historieta a un aliado comercial encomiable. Y fue El Santo quien aprovechó el efecto gráfico: de 1952 a 1958 se publicó un cómic sobre este luchador.

La demanda por la historieta del enmascarado de plata alcanzó números considerables. Inició como una publicación semanal que pasó a imprimir tres veces por semana con tirajes de un millón de ejemplares.

Kalimán inició como radionovela en 1963 y tras el éxito obtenido se trasladó al papel; se publicó de manera semanal durante 25 años.

Otro ejemplo, en el mismo sentido, pero en diferente dirección, es el de Chanoc. El pescador cuyas aventuras tenían lugar en un puerto del Golfo de México pasó del papel a la pantalla grande. El «hombre rojo» (significado del nombre en maya) apareció por vez primera en 1959 y 11 años más tarde fue el protagonista de Chanoc en las garras de las fieras, la primera de siete películas que se hicieron en torno al personaje creado por el escritor Martín de Lucenay y dibujado por Ángel Mora.

Competencia vecina

A la par del boom de las historietas en México, en Estados Unidos ya circulaban los cómics de Superman y Batman. El éxito llegó pronto y con él la necesidad de expandir el marcado, así que México fue el destino marcado. Fue en marzo de 1952 que se publicó el primer número del hijo de Criptón en nuestro país, cuando Ediciones Recreativas emitió el número 73 en la edición estadounidense.

Así, la historieta mexicana tuvo que lidiar codo a codo con los cómics norteamericanos. Durante dos décadas, ambos convivieron en los quioscos, puestos callejeros y algunos establecimientos cerrados, pero después de 1972 los ejemplares de gráfica mexicana fueron desapareciendo. Los sujetos con poderes sobrenaturales se apropiaron del mercado nacional y fueron desplazando las creaciones propias.

La historieta de Rius Los Supermachos (1967-1972) tuvo que cambiar de nombre a Los Agachados en el sexenio de Luis Echeverría debido a censura gubernamental.  

Además, la apertura al mercado global y la aparición de las nuevas tecnologías (televisión y videojuegos, entre otros) fueron opacando la cercanía de los mexicanos con las historietas. De esta forma La Familia Burrón, Los Supersabios, Chanoc, Kalimán, Memín Pinguín y Rolando el Rabioso pasaron a formar parte del imaginario colectivo nacional, con pocos ejemplares sobrevivientes que evocan una nostalgia por el tiempo pasado y por esas historietas que entretuvieron a varias generaciones de mexicanos.

Rescate digital y el regreso de Kali 

A finales del mes pasado, y tras 12 años de trabajo en conjunto con el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA), la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) dio a conocer que se digitalizó información sobre 1 400 historietas mexicanas del siglo XX. Con esto, ya se encuentra a disposición en la Hemeroteca Nacional de México (HNM) el catálogo digital.

Hay que aclarar que no se digitalizaron las historietas en su totalidad, ya que esto no es posible porque la ley blinda los derechos de las obras 100 años después del deceso de sus autores; la consulta del acervo de la HNM se tiene que hacer directo en las instalaciones de esta institución. Algunas de las páginas sí fueron digitalizadas pero ningún ejemplar se encuentra completo.

Los primeros días de mayo, la compañía Superhéroes anunció el regreso de Kalimán. Aunque de inicio la nueva saga solo se conformará de cuatro números, el primero de ellos ya se encuentra a la venta con el título El origen de Kalimán; las entregas se harán de forma mensual. José Vázquez Morejon, sobrino de Modesto Vázquez (uno de los creadores del personaje), es el encargado de la historia; mientras que los ilustradores Roberto Castro y Rodolfo «Pegaso» Pérez García colaboran con los trazos y las portadas respectivamente.

Durante el lanzamiento, Édgar David Aguilera, director de Superhéroes, refirió que la intención de este regreso es «que el público que ya lo conoce, lo celebre, les guste y se cumplan sus expectativas para que lo transmitan a las nuevas generaciones».

Epílogo

Actualmente tanto los puestos de periódicos como los centros departamentales son acaparados por los cómics procedentes de Estados Unidos y Japón (manga), de los cuales hay una amplia y variada oferta.

El producto nacional se limita prácticamente al Libro vaquero, publicación semanal que hoy en día cuenta con un tiraje de 400 mil ejemplares a la semana según su página de internet. Esta historieta mexicana retrata episodios del lejano oeste ubicadas a finales del siglo XIX, las historias son acompañadas de mujeres atractivas y voluptuosas y cada número contiene un encuentro apasionado, aunque no se recae en lo vulgar como marca el estereotipo.

El Libro vaquero es una variación de la historieta mexicana que dista en demasía de los mensajes incluidos en La familia Burrón y Memín Pinguín, no obstante, sigue siendo una forma de acercar la lectura al sector popular de la sociedad mexicana.

Se vislumbra ilusorio el regreso de la historieta mexicana, sobre todo si se considera que el mercado ha cambiado y la globalización reduce el hipotético arraigo que podría generar en los consumidores. Pese a esto, este subgénero literario –tan fiel reflejo de la cultura mexicana del siglo pasado– no dejará de ser un buen pretexto para recurrir a los años que marcaron su época dorada.

 

 

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