Rumbo al Ariel: un cine mexicano sin espectadores

El cine mexicano logra superarse año con año en términos de producción, pero su público ―a pesar de ser protagonista de las historia en pantalla contadas― prefiere relatos ajenos.

 

El cine mexicano ha logrado superarse año con año luego de sinuosos momentos a inicio de este siglo, cuando la producción en nuestro país se constituía apenas de 28 filmes. Tras el éxito de Amores Perros (2000) de Alejandro González Iñárritu, los números de la filmografía nacional ascendieron a 53 en 2005; 69, en 2010; 140, en 2015 y, para 2020, el cine nacional podría superar el margen de las 200 producciones anuales.

Lo anterior será posible si nuestra industria cinematográfica mantiene la tendencia creciente anual promedio, que es de 9.5 películas. En 2018, por ejemplo, nuestra cinematografía alcanzó las 184 producciones y según nuestro estimado, al finalizar 2019 se deberán tener aproximadamente 193 filmes en etapa de producción.

Sin embargo, debemos estar conscientes de que para fortalecer el mercado externo, el mercado interno debe imponerse, hecho complejo puesto que tan solo en 2018 ―por decir algo―, la película mexicana que más dinero recaudó en taquilla fue Ya veremos, la cual obtuvo ingresos por 197.7 millones de pesos, en contraste con Avengers Infinity War que tan solo en México captó 1 141 millones de pesos.

Con base en lo anterior, es posible reparar en el hecho de que la filmografía nacional es poco vista. Sobre ello, abundó la integrante activa de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMACC), Guadalupe Ferrer Andrade, quien aseguró que «hoy el cine mexicano refleja una diversidad de situaciones, de temas; aborda distintos sectores sociales y sus problemáticas, sin embargo al mexicano no le gusta verse reflejado ahí».

En entrevista para este semanario, la exdirectora de la Cineteca Nacional y de la Filmoteca de la UNAM señaló que parte de las películas que «por fortuna» se están haciendo, reflejan una parte oscura y durísima de la realidad de nuestro país, «las personas oyen los noticieros, pero no quieren pensar que detrás de las noticias que están viendo hay una trama de emociones, de vidas personales, de acciones que conducen a los hechos que se muestran».

Lo anterior, dijo, provoca que hoy el mexicano no tenga ganas de ir al cine a verse a sí mismo, sino que busca hacer con el cine lo que el cine ha ofrecido siempre: ser un espectáculo que distrae y entretiene, tal y como sucede, abundó, con el personaje que protagoniza Mia Farrow en The purple rose of Cairo (1985) de Woody Allen, en la que una camarera acude al cine para olvidarse de su rutina, «a ver mundos aspiracionales, a ver mundos de cuentos de hadas, a ver mundos ficticios, inalcanzables para ellos, pero en los que uno podía permitirse soñar», indicó.

Otra posibilidad dentro de nuestra afición por el cine extranjero, continuó, es que veamos en el cine tragedias implícitas que les sucedan a otros, que nos son ajenas; empero, lo insoportable es ver que esas historias nos encarnan a nosotros mismos, como persona, como sociedad y país.

Contra todo ello, subrayó la exdirectora de la Cineteca Nacional, es valiosísimo que México cuente con esta cinematografía. Aunque recalcó que sería bueno que nuestro cine no contenga historias sobre narcotráfico, desapariciones y hechos similares, enfatizó que sin ese día a día, nuestro país no tendría memoria cinematográfica.

«Tendríamos una especie de crónicas alegres de clase media-alta de muchachos que quieren trabajar en la Bolsa Mexicana de Valores, de competencias por ver quién es la más bonita, tendríamos estas historias como si fueran la historia de nuestro país. Y nos estaríamos perdiendo de una memoria fundamental cinematográfica, que nos devuelve un espejo de nosotros aunque sea brutal».

Al cuestionarla sobre las películas del cine mexicano que no comparten estas temáticas, sino que refieren a personajes sacados de otros estratos sociales, que nos muestran otra forma de vida y que son también los filmes que cuentan con altos índices de ventas en taquilla, Ferrer Andrade refirió que el éxito del cine comercial se basa en la necesidad del mexicano por «saber cómo viven esos que tienen (…) cómo hablan, cómo se visten, cómo establecen sus relaciones amorosas y sentimentales, en qué pierden su tiempo (…) la gente quiere ver cómo viven los reyes, las artistas y princesas; si no es aspiracional (ver ese cine) es por enterarse qué hay en el piso de arriba».

Y es que de acuerdo con datos extraídos de la Cámara Nacional de la Industria Cinematográfica (Canacine), las películas más taquilleras en los últimos seis años son: No se aceptan devoluciones (2013), con ingresos por 600.348 millones de pesos; Nosotros los nobles (2013), con 340.304 mdp; ¿Qué culpa tiene el niño? (2016), con 277.8 mdp; Mirreyes contra Godínez (2019), con 238.2 mdp; y Hazlo como hombre (2017), con 200.8 mdp.

Así, de las cinco películas antes enunciadas, tres de ellas nos muestran a personajes que pertenecen a estratos sociales distintos a los del grueso de la población. Sin embargo, su realización es poco o nulamente valorada, situación reflejada en sus escasas nominaciones a los Arieles, premios otorgados por la ya citada AMACC a realizadores, creadores, intérpretes, técnicos y hacedores todos de las películas mexicanas.

Directores y directoras rumbo al Ariel

En las nominaciones de este año tenemos frente a nosotros a directores conocidos por haber obtenido un buen recibimiento en entregas anteriores, tal es el caso de Alfonso Cuarón (Solo con tu pareja, 1991) quien participa con la multipremiada Roma (2018); Carlos Reygadas (Luz Silenciosa, 2017) con Nuestro tiempo (2018); y Alonso Ruizpalacios (Güeros, 2015), con Museo (2018).

Por otro lado, tenemos también nuevas propuestas cinematográficas dirigidas y escritas por mujeres, tal es el caso de Lila Avilés y su filme La Camarista (2018), así como el segundo largometraje de Alejandra Márquez Abella, Las niñas bien (2018). En la categoría de documental encontramos a directoras como Trisha Ziff, con Witkin & Witkin (2017); Luciana Kaplan, por Rush Hour (2017) y en Ópera Prima a Astrid Rondero Martínez, con Los días más oscuros de nosotras (2017).

Con ello nos encontramos ante un número inédito de realizadoras que ha ido creciendo sustancialmente y cuya cifra registró a 42 directoras en el año 2017. De acuerdo con estadísticas recogidas de la AMACC, entre 2014 y 2019, fueron nominadas al Ariel por mejor dirección ocho mujeres, pero solo una de ellas ha ganado y es Tatiana Huezo por Tempestad (2017).

Ante este gran número de realizadoras y realizadores, se le pregunta a la académica de la UNAM, si estamos ya frente a la generación que relevará a Alfonso Cuarón, Alejandro González Iñárritu y Guillermo del Toro, a lo que menciona que «aparte de ellos, que han tenido esta gran oportunidad, hay talento aquí que ha ganado en Cannes o en Venecia ―que no es poca cosa―o ha sido juzgado por los ojos de otra sociedad, a lo mejor ha ganado en la India, Macedonia, en donde también ven el mundo de otra manera y ahí se pone a prueba una película; hay rasgos internacionales, universales».

«Yo sí creo que  hay un grupo fuerte, poderoso de directores que tanto local como radiando dentro de un tipo de cinematografía ―que ojalá y perdure― valen muchísimo la pena, y sí, son la nueva generación de nuestro cine».

Roma en los Arieles

En 2014, cuando Heli (2013) y La jaula de oro (2013) se encontraron en la categoría de mejor película en los Arieles, el filme de David Pablos se llevó el triunfo a pesar de que Amat Escalante fue galardonado en Cannes por su cinta protagonizada por Armando Espitia. Si bien Heli fue multipremiada a nivel internacional, la historia migrante guatemalteca contemporánea triunfó a escala local.

Al respecto, Ferrer Andrade explicó que esto pudo deberse a que La jaula de oro es una «película más emotiva, en cambio con Heli estás todo el tiempo contraído, con una cosa de azoro, reprobación (a los hechos) y dolor; quieres que pare esa tragedia. En la jaula hay una dosis de distintas cosas (…) tienes una gama de situaciones que te provocan también una gama de emociones, en donde hay una dosis de enamoramiento de personajes».

― ¿Esa misma emoción, ese enamoramiento, hará estragos este año con Roma? ―se le pregunta―.

― Es probable (…) No sé qué votarán las demás personas, pero lo que sí puedo decirte es que si tú ves la gama de películas que fueron propuestas, es amplia y diversa. Por un lado, está la película de Reygadas que es una propuesta bien diferente; está Roma, que es una anécdota íntima y personal, que tiene una disección en el corazón de una mujer que vive, que es Yalitza, y que vive en una casa ajena pero que entra al mundo de integración a través de un niño ―con el que es más cercana―. Y en un momento determinado, ―y esto es muy interesante― Yalitza logra una superioridad de carácter frente a (Marina) de Tavira ―como personaje, no como actriz―, entonces la pone como un eje que hace un núcleo que articula y evoluciona, entonces esa es una construcción de personaje que a mí me gusta mucho. Esto va ligado, continúa Ferrer, a lo que le mueve a la gente.

Sobre la producción de películas por parte de compañías de streaming como lo fue Roma y como lo será la próxima producción de Martin Scorsese, mismas que no han sido bien recibidas en festivales como el de Cannes, la especialista en cine fue incisiva al determinar que «es una discusión que (los festivales) van a terminar perdiendo».

Guadalupe Ferrer fue incisiva al decir que es muy posible que si no hay apertura a las plataformas, se terminará por resguardar un nicho de películas. Sin embargo, resaltó que la pelea con las nuevas plataformas para producir y ver cine, deberá ser por tener mejores espacios en los catálogos.

Además, dijo, es difícil que directores que buscan dinero para echar a andar sus proyectos no vean en estas productoras la posibilidad de financiarlos. Y es que recientemente, hemos visto la incursión de cineastas en la dirección de series para Netflix como Narcos México, en donde Amat Escalante y Alonso Ruizpalacios tuvieron participación; Historia de un crimen: Colosio, con la colaboración de Hiromi Kamata y Natalia Beristain; o más recientemente, Diego Enrique Osorno, director de la serie documental 1994.

«Por qué no recibir dinero de Netflix (…) si la otra opción es que te cueste siete años levantar un proyecto con fondos estatales y mira ―destacó―somos de los pocos países que tenemos programas de apoyo a promoción de la producción cinematográfica nacional».

Presupuesto al cine  

La 61 entrega de los Premios Ariel se realizará tras un espasmo creado ante el recorte presupuestal que el Gobierno federal ha impuesto a distintos rubros y, a pesar de que otros premios como las Diosas de Plata ―otorgados por Periodistas Cinematográficos de México A.C. (PECIME) ― no contaron con el mismo destino, el pasado 11 de marzo la AMACC confirmó que el galardón instaurado en 1946 se mantendrá vigente.

En ese sentido, la exdirectora de la Cineteca Nacional dijo estar segura de que María Novaro, actual titular del Instituto Mexicano de Cinematografía (IMCINE), ve muy bien en dónde está ubicada, «ve el todo». «El aceptar un puesto que te da el poder ejecutivo te lleva a considerar que eres parte de un gobierno que tiene muchas aristas, muchas cosas que atender, entonces tienes que escuchar lo que está pasando y María está escuchando lo que pasa en el resto de las áreas y de los presupuestos que se aplican a las distintas necesidades que debe cubrir el estado».

Así mismo, destacó que entre todos los recursos existentes para el financiamiento de cine en México, ha visto una notable defensa por los fondos (Fondo para la Producción Cinematográfica de Calidad, Foprocine y el Estímulo Fiscal a Proyectos de Inversión en la Producción y Distribución Cinematográfica Nacional, EFICINE).  Sin embargo, dijo, los distintos ramos de la cultura y las artes deberán acomodarse a la propuesta que el nuevo gobierno trae. En tanto, finalizó, debemos esperar a que no merme la producción; debemos esperar y tranquilizar un poco la situación; esperar a la reorganización.

Scroll al inicio